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¿Quiénes Somos?

Yuyo

Andrés Sánchez,

Arquitecto
1956 Nace en Santo Domingo, Rep. Dominicana
1983 Práctica de estudiante en Calventi y Asociados
1984 Arquitecto, Universidad Autónoma de Santo Domingo
1984 Práctica Profesional, P. Piña y Asociados
1986 Socio Principal, Sánchez y Curiel, Arquitectos

César

Arquitecto

1954 Nace en Santo Domingo, Rep. Dominicana
1983 Práctica de estudiante en Calventi y Asociados
1984 Arquitecto, Universidad Autónoma de Santo Domingo
1984 Práctica Profesional, P. Piña y Asociados
1986 Socio Principal, Sánchez y Curiel, Arquitectos

Andrés Eduardo

Arquitecto

César Antonio

Arquitecto

Reconocimientos

2010 - Rancho Arriba 8

Galardonada con el Premio Cemex Dominicana

2004 - D24

Seleccionado como obra finalista en la IV Bienal Iberoamericana de Arquitectura, celebrada en Lima (Perú).

1990 - Factoria La Bija

Primer premio de la II Bienal de Arquitectura del Caribe

1990 - Condominio Paraíso

Premio de obra construida de la III Bienal de Arquitectura de Santo Domingo.

Filosofía

El pensamiento creador en la obra de Yuyo y César.

La obra de Yuyo Sánchez y César Curiel ha renovado el panorama de la arquitectura contemporánea dominicana, no solo por el alcance de sus propuestas formales sino, sobre todo, por el pensamiento que sostiene esta renovación.

La primera idea arraigada en esta obra se refiere al convencimiento de la vigencia del movimiento moderno, lo que ha permitido a los autores tomar esta poética, desarrollar y poner en práctica con sobriedad las conquistas que con anterioridad los maestros de la región caribeña lograron principalmente en la República Dominicana, Puerto Rico y Cuba. Podemos encontrar amplias resonancias de los aportes que el movimiento moderno realizó en la arquitectura residencial producida por este equipo, especialmente en la serie de edificios D. Estas influencias están relacionadas con la adaptación al clima, el manejo de los filtros que tamizan la luz del trópico, la relación espacial entre el interior y el exterior, el protagonismo de la vegetación y especialmente el manejo de la levedad de la forma arquitectónica. Hay también una mirada cultural sobre estilos de vida extrovertidos y más flexibles, propios de nuestra insularidad, lección que aprehendieron decididamente. Sin estas consideraciones la historia del movimiento moderno quedaría inconclusa, como manifestó la arquitecta Maristella Casciatto, expresidenta de Docomomo Internacional, en ocasión de su visita a La Habana en el año 2003. Quizá en pocas áreas del Caribe se logró una continuidad tan creativa y un diálogo tan intenso y enriquecedor con la arquitectura moderna como en esta obra de Sánchez y Curiel. 
Ni siquiera en Cuba, donde la arquitectura residencial de apartamentos alcanzó un refinamiento y una calidad meritoria en los años cincuenta, se obtuvo este propósito.

Otro concepto fundamental de la propuesta de Sánchez y Curiel es el papel que la tradición y lo vernáculo juegan en sus obras. Las villas de veraneo y los edificios Aqua integran la tradición del Caribe en lo que a arquitectura doméstica y popular se refiere, en una propuesta culta de vocación universal. De esta forma han logrado un excelente diseño, sin concesiones al folclorismo e inequívocamente contemporáneo. En nuestras islas, al lado de una producción superficial dedicada al turismo comercial y muchas veces kitsch, contrasta esta arquitectura para el descanso y la vida de placer tan profundamente intelectual, que parte de presupuestos conceptuales sofisticados. Su validez no se debe solo al uso de los materiales y las técnicas de construcción apropiadas ni a la utilización de las cubiertas como protagonistas de la arquitectura y claro refugio del inclemente sol y la abundante lluvia o la adaptación a la topografía y al paisaje, sino que lo relevante es que estos atributos se convierten en una operación de diseño que los eleva a categoría estética por encima de cualquier otra consideración funcional o técnica. Por ejemplo, es de destacar la manipulación de la luz en tramas y celosías, que están en la memoria de los paramentos de cujes o de la luz filtrándose entre las rendijas de las tablas de palma de las viviendas campesinas, o también cuando recurren al recurso espacial, casi teatral, de relacionar lo público y lo privado en jerarquías subordinadas a grandes espacios de celebración social: hacia el gran patio interior o al conjunto de espacios sucesivos y abiertos al paisaje.

En el mercado actual, los productos que a la larga triunfan proponen una renovación de la imagen que lleva implícita nuevas propuestas de uso o estilos de vida. Sánchez y Curiel han transformado el monótono mercado inmobiliario de la capital dominicana, a veces caracterizado por edificios intrascendentes, en propuestas que han cautivado a inversionistas, usuarios y constructores, y a veces ellos mismos han sido los promotores. Ahí reside también la clave de su celebridad, al imponer en el mercado una arquitectura atractiva donde es reconocible el diseño de autor, de alta calidad y aceptada con placer por los usuarios y el público en general.

Se destaca también en esta arquitectura una vocación hacia lo plural que la desvincula de filiaciones estéticas de última hora o de rígidos estilos. En cada obra proyectada para entornos urbanos o naturales se reconoce el propósito de lograr un diálogo con el contexto, un enriquecimiento conceptual del programa, un esmerado estudio de los detalles y del proceso constructivo. En muchas de sus obras subyace un mensaje o tesis sobre cómo debe ser la arquitectura del “lugar”, inclusiva, diferente y siempre auténtica.

El proceso creativo es arquitectónico y humanístico, de trascendencia cultural que indaga e innova sobre formas de vida y propone una arquitectura que antepone el goce estético y placentero del ser humano al resto de los complejos procesos funcionales, técnicos, económicos y sociales que condicionan el proceso arquitectónico.

No menos significativo en la lectura de esta obra es lo que corresponde a las inserciones urbanas: no puede ser obviado el beneficio que sus edificios aportan a la ciudad, que a todas luces tienen en cuenta la escala y la huella sobre el terreno, el cumplimiento de lo regulado de una forma consciente y renovadora, que siguen como modelo la tendencia que contribuye a hacer ciudad.

En el mundo actual, globalizado y multicultural, la obra de Sánchez y Curiel transita los caminos más sólidos de la arquitectura contemporánea marcados por la comprensión del sitio y por la asimilación de la propia herencia cultural en una proyección universal. El pensamiento creador de este equipo moderno, renovador, contextual y a la vez singular anuncia las rutas abiertas a la imaginación y a las posibilidades de la imagen.

Por: José Antonio Choy López
La Habana, junio de 2012

Visión

Sánchez y Curiel es una reconocida firma de arquitectos dominicanos cuyos diseños integran el estilo urbano sofisticado y el aire caribeño en novedosos modelos de gestión inmobiliaria. Adaptarse a las tendencias, manejar los cambios políticos y las crisis económicas, distinguir entre ser diseñadores, constructores y promotores de sus proyectos, y no ceder en la búsqueda constante de su propio lenguaje arquitectónico es la clave que ha hecho de Sánchez y Curiel un estudio de éxito. Esa condición camaleónica se evidencia en el diseño y la exigente ejecución de cada una de sus obras en las que apuestan a la calidad espacial y urbana de la arquitectura como un contenido de plusvalía.

Andrés Sánchez y César Curiel han estado juntos casi toda la vida. Su trayectoria en el campo de la arquitectura comenzó con sus estudios de dibujo arquitectónico, antes de ingresar a la universidad, donde pensaban estudiar contabilidad. Un cambio de ruta radical los condujo a la Escuela de Arquitectura de la universidad estatal. Sin embargo, sus primeros trabajos como dibujantes en talleres de importantes arquitectos fueron decisivos en su formación. “De profesionales como Fred Goico, Eduardo Selman y Rafael Calventi aprendimos la calidad del diseño, la disciplina del plano, la relevancia de la estética en el trabajo profesional.” Su posterior encuentro con Plácido Piña cambiaría por completo su forma de ver y hacer arquitectura. Están orgullosos de haber recibido toda la influencia de Piña, uno de los arquitectos más destacados de la arquitectura dominicana de los últimos cuarenta años. “En Plácido se resumía todo lo que habíamos aprendido, pero éste le agrega la intelectualidad al proyecto.

Al integrarnos a su oficina se establece un fuerte vínculo de amistad, compartimos una labor de equipo, un espíritu de colaboración que se traduce en una organización horizontal, todos aportamos y opinamos por igual, sin jerarquías.Una oportunidad de crecimiento. Aprendimos de su visión de la vida y de la arquitectura. Pero ante todo nos transmitió la pasión por la práctica profesional.”

Hacia 1985 comienzan su práctica independiente con algunos proyectos de promoción inmobiliaria, conjuntos residenciales como Residencias Laura y un conjunto de cuatro casas en la calle Héctor Incháustegui, que recuerdan con especial nostalgia: “por ser los primeros, son los que nos gustan”. Luego siguieron otros encargos, en su mayoría residenciales, pasando de proyectos pequeños a otros de mayor escala; en todos priorizan la excelencia arquitectónica sobre el negocio inmobiliario. En ambos conjuntos de viviendas en hilera mezclan las tendencias de estilo del momento: el pos moderno, lo vernáculo y neoclásico, a partir de un lenguaje abstracto cuidadosamente manipulado.

Siguieron otros encargos y en 1990 su primer edificio de apartamentos de promoción propia, Condominio del Paraíso, gana el premio de la III Bienal de Arquitectura de Santo Domingo. Un edificio abstracto en el que se usó la ironía que responde a los esquemas formales de la arquitectura moderna. El edificio planteó una solución tropical en los cerramientos con el uso de calados y en el manejo de la luz, la preferencia por la iluminación y la ventilación naturales y la inclusión de protectores climáticos. Con este proyecto empieza a imprimirse un carácter más ligero a la arquitectura del momento.

Con la crisis económica de los noventa hacen una pausa como promotores, pero solo por un tiempo. Hacia finales de la década surge la idea de organizar un proyecto en el que usuarios y arquitectos se asocian de forma conjunta aportando los recursos (de modo parecido a una cooperativa). Estos recursos financieros permitieron comprar el lote y financiar la construcción, ahorrando costos y el beneficio inmobiliario.

“Fue como encontrar un grupo de doce familias (de ahí el nombre D12) que decidió financiar una mejor arquitectura. Era una buena oportunidad para auspiciar el diseño y la construcción.Definitivamente, un buen negocio”. Así hicieron el primero, en el que ellos también fueron adquirientes. En el segundo vieron la oportunidad de reservar algunas unidades para la venta, con lo que lograron recursos frescos para hacer nuevos desarrollos.

A partir de ahí, más de una veintena de proyectos han sido promovidos y desarrollados por la firma en diversas modalidades. El respeto por el peatón es prioridad al emplazar un edificio, el respeto por la calle, los retiros, los anchos de las aceras, los estacionamientos bien situados, son factores que definen la forma en que el edificio se inserta en la ciudad. Se ocupa todo el espacio disponible en la propiedad hasta el máximo permitido y se desarrollan los bloques como un objeto compacto, pero siempre teniendo en cuenta la permeabilidad de las áreas semipúblicas con la ciudad.

Un criterio de diseño presente en la carrera de este dúo de arquitectos es que las normas de edificación son directrices dignas de respeto pero no verdades absolutas, de ahí su ingenio para responder a estas convirtiendo las restricciones en un potencial creativo. “La ciudad no es un ente estático. Para que la normativa funcione, debe haber gente que sepa aplicarla y vislumbre lo que puede pasar mas allá de sus interacciones.”

El descontento con las soluciones habitacionales indiferentes centradas solo en satisfacer una demanda de densificación les hizo esforzarse en introducir una estética atractiva y llena de frescura, que correspondía a lo que estaba pasando en otras lugares de la región caribeña, factor que dio un giro al lenguaje formal de la arquitectura inmobiliaria del país en el que predominaba un tratamiento puramente cosmético. En sus obras, los requerimientos funcionales parten de las necesidades del mercado, en tanto que la forma y organización espacial obedecen a la lógica de utilización del espacio. Siempre se prioriza el gran salón: la cocina, el comedor, la estancia. Se procura que el diseño brinde flexibilidad a los diferentes usuarios para acomodarla vivienda a sus necesidades, integrar habitaciones,hacer un vestidor más amplio, convertir un dormitorio en estudio, abrir o cerrar espacios. Es así que sus viviendas no solo son lugares para cocinar o dormir,sino lugares para que las personas sientan que realizan sus sueños y aspiraciones. La principal variables “el gozo de vivir”, no el programa, ni la tecnología,ni la estructura. Para lograrlo, ante las mismas problemáticas, habrán de formularse nuevas preguntas o buscarán respuestas inusuales a las preguntas de siempre. Los resultados se convierten en una forma contemporánea de renovación urbana.

Apuestan a la plusvalía que proporciona la arquitectura, por lo que los diseños se renuevan y generan nuevas ideas y agregan otros valores; no se escatiman los costos, para que el apartamento o producto sea más innovador y de mayor calidad.

Los proyectos cuentan con una clientela especial. Lo que Sánchez y Curiel promocionan a través de sus proyectos es un “estilo de vida”, el cual sociológicamente hablando está relacionado con los valores de las personas, la forma en que organizan sus vidas, la manera en que se relacionan con los amigos o el trabajo. Todo esto define unas determinadas relaciones espaciales que son buscadas por lo que algunos han llamado una “clase creativa” la mayoría de sus clientes son artistas, arquitectos, diseñadores, escritores, intelectuales que no tiene nada que ver con la clase social puede ser empleado o profesional, un usuario con sensibilidad y un cierto nivel de cultura que le permite valorar lo innovador y el carácter contemporáneo de sus edificios. “No es el lujo de los materiales, sino el lujo del concepto y de la innovación lo que se busca.”

Un aspecto fundamental de su ejercicio es la relación entre la práctica de la arquitectura y la construcción. La forma en que lo logran la describen de esta manera: “Como promotores analizamos el terreno y su rentabilidad. En el proyecto trabajamos como si le estuviéramos diseñando a un tercero asegurando el mejor proyecto posible, considerando que los costos estén en los rangos razonables para la tipología de proyecto y lograr que tenga éxito. Como constructores nos guiamos por el plano. Todo cambio solo es posible en el ámbito de la arquitectura, y solo es posible hacerlo para mejorar el resultado. Así evitamos caer en lo mediocre. Como promotores, diseñadores y constructores, tenemos la visión de que el diseño y la arquitectura generan una alta plusvalía. Como creemos en eso estamos dispuestos a invertir para obtener nuestra rentabilidad, no necesariamente más rápido, sino en el tiempo. Tener permanencia en el mercado de por sí aumenta la rentabilidad: mejor producto para mejor futuro”, de ahí que no resulta raro que el público siempre esté esperando con interés sus nuevos proyectos.